¿Elecciones soberanas?
Hugo
Chávez Frías hizo reaccionar a todas las generaciones de un país adormecido por
las cualidades de su petróleo y de sus gobiernos. Desde su celda Hugo Chávez intercambiaba
cartas y documentos con sus compañeros de ideología preparando un movimiento sin
precedentes. Se convirtió en Presidente
con los más altos índices de popularidad y a pesar de ser cuestionado y
observado internacionalmente el movimiento había iniciado. El respaldo popular
no lo abandonó ni siquiera en el año 2003 cuando el paro petrolero trató de
sacarlo de la escena nacional. No hubo forma, ni fuerza, ni manera alguna de
despojarlo de lo que había logrado.
Luego
de la conmoción inicial y de los ánimos de la esperanza que Hugo Chávez
imprimió al pueblo, los ciudadanos se
empezaron a preguntar sobre las misiones
bolivarianas, el manejo de la crisis energética, la devaluación de la moneda,
el control cambiario, de lo que pasaría con las 49 leyes promulgadas para la administración
de tierras expropiadas y se preguntaba también por las zonas donde se producirían los miles de kilos de verduras y frutas que
prometían a su pueblo las tres comidas correspondientes a los niños “sin hambre”
de los barrios bolivarianos.
Antes
del cáncer que mató a Hugo Chávez, a Venezuela le quedaban argumentos para
hacer debates, había una especie de ilusión ciudadana que aguantaba las
contradicciones del sistema. Las elecciones presidenciales que mostraron un
margen cerrado en el 2012 entre Hugo Chávez, con un 55,07% y Henrique Capriles
Radonski, con el 44,31% pretendieron ser un primer intento de honor de la oposición.
La oposición empezó a tomar una breve
fuerza y trató de enseñar al país lo que dentro de las fronteras militares y legislativas
estaba pasando. El encanto duró poco. Las calles apenas comenzaron a llenarse
de valor cuando las guerrillas motorizadas y las organizaciones armadas de los
barrios más fuertes de Caracas y de algunas ciudades del interior empezaron a
amedrentar en grupo a sectores de la población con rasgos opositores.
Después
de la muerte de Chávez y unas elecciones presidenciales invadidas de
irregularidades, Nicolás Maduro toma el mando y Venezuela empieza a colmarse de
organizaciones no oficiales que han sido dotadas de armas y de medios que le permiten
deambular por todo el país en cada evento y en cada protesta, incluso en los
actos oficiales. Ejércitos de jóvenes y desempleados que encontraron en esa
propuesta de guerra un lugar donde pertenecer. Su misión es asustar y castigar
al que no esté con ellos y al que no
apoye a viva voz al gobierno de Nicolás Maduro.
El
populismo con el que se compró el amor ciego del pueblo ya no tiene más brazos
con los que arropar las ilusiones, Nicolás Maduro acabó con lo que ya venía
cayendo, si acaso, queda espacio para enterrar la democracia y esta autocracia
va marcando su fin con un 42% de los
electores “antimaduristas”, un 30,5%
independiente y un sobrante que aunque no sabe cuándo ni cómo participar tiene
intensión de ir a votar.
Habrá
elecciones a pesar de la condena de 14 años de cárcel recién formalizada en los
tribunales de supuesta justicia de Leopoldo López, líder opositor
encarcelado y perseguido por el régimen
desde las elecciones presidenciales pasadas. Sí, habrá elecciones. Habrá
campañas también, habrá cadenas de televisión, guerras internas, ventaja del
gobierno por tener a los medios masivos en su poder y seguirá este silencio a
gritos de los críticos del poder que son seguidos por muy pocos.
Habrá
elecciones presionando los precios del petróleo con Estados Unidos, buscando el
apoyo ya fingido de Cuba, pidiendo favores
a China y quizás se seguirán comprando
más aviones de guerra a Putín. Habrá elecciones y se harán las boletas
electorales y se imprimirán con partidos que existen o no según cómo amanezca
la sala de prensa de la Presidencia de Venezuela. Todo depende de ellos.
Contenderán
en términos reales o metafóricos el PSUV (Partido Social Unido de Venezuela) y
algunos serán parte de la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) en el que se ha
pretendido erigir una oposición que no ha dado los resultados que esperan las
nuevas generaciones. La MUD, un nombre ya sin fondo para muchos, una especie de
alianza electoral con otros partidos que no abraza ni impulsa a ninguna
candidatura contundente.
Los
venezolanos hoy viven dándole nombres a
la “democracia” para tener fuerzas de ir a votar en las elecciones del 6 de
diciembre. Olvidan lo que peleaban cada 4 años y retoman otros conceptos para
poder navegar en el día a día. Un día sin luz para leer, otro día sin agua para
lavar. El venezolano promedio dejó la actualidad y cada tanto vuelve a decir que vive en
democracia para encontrar un aliento, un impulso que los haga sentir
ciudadanos.
Si,
habrá elecciones en las 24 entidades federativas bajo el mando de un gobierno
que no reacciona ante la contracción económica donde se corre el riesgo de una
inflación del 1000% y un comandante en jefe que negocia con las FARC en
Colombia pero cierra y abre fronteras a su antojo, con un comandante en jefe
que no conquistó la magia de los cuarteles del ejercito ni los convenció de
nada.
Venezuela
irá a elecciones secuestrada por los caprichos de Nicolás Maduro, sus socios de
gabinete, las guerrillas bolivarianas, el miedo y un dólar que es el signo más ferviente de este
proceso. Venezuela va a elecciones con el sueldo mínimo representado en algunas latas de atún de 250
gramos, dos litros de leche comprados con humillación y medio kilo de huevos de
una gallina casi muerta sin semillas con las que alimentarse ni con
agricultores a los que retar con nuevos horizontes.
Venezuela
va a elecciones con representantes de la oposición agotados, activistas
condenados, presos políticos sin que se les otorgara el debido proceso, con
intelectuales, escritores y periodistas desempleados, con ciudadanos que no
pueden pagar el transporte público, con maestros sin aulas, hospitales sin
farmacias y las armas del conocimiento caídas y derrumbadas por la violencia y
el hambre.
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