¿Elecciones soberanas?

 Venezuela es considerado todavía un país en vías de desarrollo. Los objetivos trazados y los sueños de miles de jóvenes sembrados  por aquel hombre  que inició su campaña presidencial desde la celda de una cárcel en el año 1992 no fueron cumplidos.  Hugo Chávez Frías prometía acabar con más de 40 años de humillación al pueblo y fundó sus bases en un golpe de estado y se convirtió en el futuro Presidente del amor a la patria latinoamericano más popular del Siglo XXI.

Hugo Chávez Frías hizo reaccionar a todas las generaciones de un país adormecido por las cualidades de su petróleo y de sus gobiernos. Desde su celda Hugo Chávez intercambiaba cartas y documentos con sus compañeros de ideología preparando un movimiento sin precedentes.  Se convirtió en Presidente con los más altos índices de popularidad y a pesar de ser cuestionado y observado internacionalmente el movimiento había iniciado. El respaldo popular no lo abandonó ni siquiera en el año 2003 cuando el paro petrolero trató de sacarlo de la escena nacional. No hubo forma, ni fuerza, ni manera alguna de despojarlo de lo que había logrado.

Luego de la conmoción inicial y de los ánimos de la esperanza que Hugo Chávez imprimió al pueblo,  los ciudadanos se empezaron a preguntar  sobre las misiones bolivarianas, el manejo de la crisis energética, la devaluación de la moneda, el control cambiario, de lo que pasaría con las 49 leyes promulgadas para la administración de tierras expropiadas y se preguntaba también  por las zonas donde se producirían los  miles de kilos de verduras y frutas que prometían a su pueblo las tres comidas correspondientes a los niños “sin hambre” de los barrios bolivarianos.

Antes del cáncer que mató a Hugo Chávez, a Venezuela le quedaban argumentos para hacer debates, había una especie de ilusión ciudadana que aguantaba las contradicciones del sistema. Las elecciones presidenciales que mostraron un margen cerrado en el 2012 entre Hugo Chávez, con un 55,07% y Henrique Capriles Radonski, con el 44,31% pretendieron ser un primer intento de honor de la oposición.  La oposición empezó a tomar una breve fuerza y trató de enseñar al país lo que dentro de las fronteras militares y legislativas estaba pasando. El encanto duró poco. Las calles apenas comenzaron a llenarse de valor cuando las guerrillas motorizadas y las organizaciones armadas de los barrios más fuertes de Caracas y de algunas ciudades del interior empezaron a amedrentar en grupo a sectores de la población con rasgos opositores.

Después de la muerte de Chávez y unas elecciones presidenciales invadidas de irregularidades, Nicolás Maduro toma el mando y Venezuela empieza a colmarse de organizaciones no oficiales que han sido dotadas de armas y de medios que le permiten deambular por todo el país en cada evento y en cada protesta, incluso en los actos oficiales. Ejércitos de jóvenes y desempleados que encontraron en esa propuesta de guerra un lugar donde pertenecer. Su misión es asustar y castigar al que  no esté con ellos y al que no apoye a viva voz al gobierno de Nicolás Maduro.

El populismo con el que se compró el amor ciego del pueblo ya no tiene más brazos con los que arropar las ilusiones, Nicolás Maduro acabó con lo que ya venía cayendo, si acaso, queda espacio para enterrar la democracia y esta autocracia va  marcando su fin con un 42% de los electores “antimaduristas”,  un 30,5% independiente y un sobrante que aunque no sabe cuándo ni cómo participar tiene intensión de ir a votar.

Habrá elecciones a pesar de la condena de 14 años de cárcel recién formalizada en los tribunales de supuesta justicia de Leopoldo López, líder opositor encarcelado  y perseguido por el régimen desde las elecciones presidenciales pasadas. Sí, habrá elecciones. Habrá campañas también, habrá cadenas de televisión, guerras internas, ventaja del gobierno por tener a los medios masivos en su poder y seguirá este silencio a gritos de los críticos del poder que son seguidos por muy pocos.

Habrá elecciones presionando los precios del petróleo con Estados Unidos, buscando el apoyo ya fingido de Cuba,  pidiendo favores a China y quizás se seguirán  comprando más aviones de guerra a Putín. Habrá elecciones y se harán las boletas electorales y se imprimirán con partidos que existen o no según cómo amanezca la sala de prensa de la Presidencia de Venezuela. Todo depende de ellos.

Contenderán en términos reales o metafóricos el PSUV (Partido Social Unido de Venezuela) y algunos serán parte de la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) en el que se ha pretendido erigir una oposición que no ha dado los resultados que esperan las nuevas generaciones. La MUD, un nombre ya sin fondo para muchos, una especie de alianza electoral con otros partidos que no abraza ni impulsa a ninguna candidatura contundente.

Los venezolanos hoy viven dándole nombres  a la “democracia” para tener fuerzas de ir a votar en las elecciones del 6 de diciembre. Olvidan lo que peleaban cada 4 años y retoman otros conceptos para poder navegar en el día a día. Un día sin luz para leer, otro día sin agua para lavar. El venezolano promedio dejó la actualidad y  cada tanto vuelve a decir que vive en democracia para encontrar un aliento, un impulso que los haga sentir ciudadanos.

Si, habrá elecciones en las 24 entidades federativas bajo el mando de un gobierno que no reacciona ante la contracción económica donde se corre el riesgo de una inflación del 1000% y un comandante en jefe que negocia con las FARC en Colombia pero cierra y abre fronteras a su antojo, con un comandante en jefe que no conquistó la magia de los cuarteles del ejercito ni los convenció de nada.

Venezuela irá a elecciones secuestrada por los caprichos de Nicolás Maduro, sus socios de gabinete, las guerrillas bolivarianas, el miedo y  un dólar que es el signo más ferviente de este proceso. Venezuela va a elecciones con el sueldo mínimo  representado en algunas latas de atún de 250 gramos, dos litros de leche comprados con humillación y medio kilo de huevos de una gallina casi muerta sin semillas con las que alimentarse ni con agricultores a los que retar con nuevos horizontes.

Venezuela va a elecciones con representantes de la oposición agotados, activistas condenados, presos políticos sin que se les otorgara el debido proceso, con intelectuales, escritores y periodistas desempleados, con ciudadanos que no pueden pagar el transporte público, con maestros sin aulas, hospitales sin farmacias y las armas del conocimiento caídas y derrumbadas por la violencia y el hambre.



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