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Mostrando entradas de 2018

No soy una asesina

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Eugenia estuvo lavando la ropa por largo rato, no le pesaba el oficio diario, pero ese sábado cargaba un gran apuro. Debía salir de casa antes de las 4pm para que nadie notara su ausencia y pudiera hacérsele posible llegar antes del anochecer que es cuando toda la familia llega a comer lo que ella prepara. Mientras se le deshace el jabón entre las manos y la ropa que enjuaga, Eugenia reconoce el dolor de vientre que provocan los embarazos y los mareos que van y vienen confundiéndolo todo. Sube su pie izquierdo a la altura de la ingle derecha para relajar el vientre, ahí se apoya y se mece un rato. Sabe, reconoce, que vuelve a estar embarazada. Lo sabe desde hace días que sus pezones se tornaron violáceos, se hincharon y su cadera se siente pesada. Lo sabe. Eugenia tuvo que ser madre muy joven, era lo que “le tocaba”. Hoy, a sus 36 años, tiene cinco hijos que para los provida no es importante saber de quiénes son ni cómo viven, mucho menos les interesa saber cómo crecieron ni cómo fu

Dar la mano a los venezolanos, prioridad humanitaria

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Hace unas semanas visité Quito en un viaje relámpago.  Cuatro días me bastaron para confirmar que la Embajada de Venezuela en Ecuador no ha dimensionado la realidad de los migrantes venezolanos, ni las penurias y las limitaciones a las que se someten sin que representantes del régimen venezolano tiendan una mano a sus ciudadanos. Las manos las tienden otros a través de una tarea titánica que implica el esfuerzo y la generosidad de muchos. Por una bellísima coincidencia conocí a la organización  Manos con sabor a Venezuela , conformada por mujeres dedicadas a dar consuelo, apoyo y compañía a decenas de venezolanos que llegan caminando o en camión a la Terminal Terrestre Carcelén en Quito – Ecuador. Se lee fácil: “llegan caminando o en camión” pero es una de las experiencias más humillantes que tienen que pasar las víctimas del régimen de Nicolás Maduro y de una crisis humanitaria que casi ningún país puede administrar con el debido proceso que las leyes deberían exigir para regul

Un retrato de la precariedad en América Latina

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Revista Esferas  Universidad de Nueva York  Esferas Issue Eight - Spring 2018  Convivir en espacios precarios es, por decir lo menos, una forma de vida en América Latina. Una especie de cultura de la precariedad nos sorprende pero nos define y nos persigue dentro de un mecanismo en que las ciudades son sometidas a presiones y experiencias que conducen al ciudadano a una existencia frágil, sin presente ni futuro. Es así como el ciudadano común reaprende cada tanto a ver lo precario como autóctono, la miseria como modo de vida y las ciudades como magníficas generadoras de resistencia y arte de la sobrevivencia.   La memoria colectiva se unifica en una solidaridad frágil y se identifica como una nada que muchas veces se confunde con folclore y una alegría evasiva que es la clave para sobrevivir. Una ceguera nos inunda cuando somos capaces de tomar un café en un   lujoso centro comercial que se sostiene contra las paredes de una vecindad a punto de caerse porque los cimien

Nosotras desde el privilegio

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Mi abuelo afirmaba que la palabra escrita no se borraba, lo decía como sentencia, como amenaza lingüística, como si lo que se escribe en cualquier nota pudiera durar un millón de años,  como si el fuego no quemara historias completas que jamás sabremos o la humedad no se las devorara. Esta vez me permito no estar de acuerdo con ese hombre que cuidó de mí en las tardes de mi primera infancia,  con la dulzura y dedicación de un padre, que me enseñó a leer y escribir y a maravillarme por la música de su alegre piano.  Así eran mis tardes, llenas de privilegio y de esperanzas. No hacían falta lujos para saber que desde pequeña mi educación y mi bienestar estarían en muy buena parte asegurados, porque además aquella vida estaba enmarcada por mujeres que llegaban a casa de los abuelos a hacer ruido con su independencia y sus experiencias de trabajo. Desde allí las observé. No se trataba el tema del feminismo, pero ellas lo eran, desde que pudieron y como pudieron. Cecilia / 70 x 70 cms /