Dar la mano a los venezolanos, prioridad humanitaria


Hace unas semanas visité Quito en un viaje relámpago.  Cuatro días me bastaron para confirmar que la Embajada de Venezuela en Ecuador no ha dimensionado la realidad de los migrantes venezolanos, ni las penurias y las limitaciones a las que se someten sin que representantes del régimen venezolano tiendan una mano a sus ciudadanos. Las manos las tienden otros a través de una tarea titánica que implica el esfuerzo y la generosidad de muchos. Por una bellísima coincidencia conocí a la organización Manos con sabor a Venezuela, conformada por mujeres dedicadas a dar consuelo, apoyo y compañía a decenas de venezolanos que llegan caminando o en camión a la Terminal Terrestre Carcelén en Quito – Ecuador.
Se lee fácil: “llegan caminando o en camión” pero es una de las experiencias más humillantes que tienen que pasar las víctimas del régimen de Nicolás Maduro y de una crisis humanitaria que casi ningún país puede administrar con el debido proceso que las leyes deberían exigir para regular el tránsito internacional de personas y las diferentes modalidades de ingreso, estancia o permanencia. Tan solo este año el ingreso de ciudadanos al Ecuador se ha elevado un 38% en comparación al 2016 según datos de la Secretaría de Migración ecuatoriana. No es secreto para nadie que los venezolanos salen escapando de la crisis económica, sanitaria y alimenticia que los sacude hace más de una década, pero pocos sabemos la situación en la que abandonan su país y los medios por los que deambulan antes de llegar a un lugar que les reciba o al menos los aloje antes de emprender otra vida que además desconocen.
Después del último fraude electoral propiciado por el régimen madurista en las más recientes elecciones,  el deterioro de las condiciones elementales de vida ha aumentado a paso veloz  sin dejar tregua alguna o esperanzas de lucha a quienes optaron alguna vez por aguantar hasta ver una solución y a quienes no tenían ni tienen los recursos para dejar todas sus propiedades en el abandono y todos sus sueños truncados en el país donde crecieron o quizás tuvieron alguna forma de vida un tanto más digna que el desalojo y el escape que hoy asumen.
Milagrosamente tuve la oportunidad de conocer a la organización Manos con sabor a Venezuela que se dedica a buscar la manera de acoger a familias enteras de venezolanos que cruzan hasta Colombia y se siguen hasta Quito buscando una vida sin papeles, sin dinero, sin familiares que los hospeden o amigos que los esperen  motivados por la desesperación.  Esta organización tuvo la iniciativa que otras organizaciones no tuvieron y es que entendieron perfectamente que la diáspora venezolana que llega a países vecinos necesita un aliento, un respiro, un abrazo caluroso, una solución, una palabra, cobijo, ojos mirándoles de frente, oídos para escucharles y voces para narrar lo que les sucede a aquellos que injustamente han sido arrojados a una vida sin futuro. La diáspora venezolana, esa que muchos admiramos y que en la mayoría de las veces nos enseña el significado más hondo de lucha y de resistencia es esa que es de lo más valioso que tiene Venezuela, esa gente que nos está gritando que no se va a rendir, sino que se lanza al reto de sostener todo lo que les queda con el espíritu de la voluntad que los hace más fuertes.
En palabras específicas, Manos con sabor a Venezueladedica sus esfuerzos a tratar de hacer menos doloroso el tránsito o la llegada de venezolanos a Quito provenientes de Venezuela que ya han pasado por Colombia sin poder establecerse y de otros que en vista del precio que exige una visa provisional en Ecuador de 260 dólares tienen la expectativa de encontrar mejores condiciones de trabajo en el Perú y siguen luego su recorrido. Manos con sabor a Venezuela les recibe con comida caliente que parece un detalle superficial pero hace toda la diferencia cuando los viajeros llevan más de tres semanas caminando y comiendo lo que encuentran en las paradas de buses y con lo poco que les alcanza consiguen comprar comida en las carreteras o tiendas de servicio sin valor nutricional. Comida caliente como la de un hogar que te presta dignidad, que te recibe. Cobijas para el frío de las montañas y de las noches que pasan esperando alguna respuesta del destino o haciendo cualquier servicio para recolectar recursos para poder comprar otros tickets para el próximo viaje o algún otro alojamiento que no sean las bancas o el cemento de la terminal de Carcelén.  Ropa para poder cambiarse pues dejaron sus pertenencias el día que decidieron irse con poco equipaje para poder trasladarse en grandes distancias. Asesoría migratoria, algunas opciones de trabajo pero sobretodo compañía constante, registros de salud con algunas medicinas y lo más importante, un nombre, el nombre de cada uno. No son ya una estadística que el gobierno y la Embajada de Venezuela alguna vez negaron, sino que empiezan de nuevo a convertirse en esperanza cuando este puñado de mujeres solidarias ofrece una mano que seguramente calienta sus sentidos y les hacen renovar las esperanzas y seguir adelante. Una mano que les da nombre y apellido, que les toma en cuenta, que les ayuda a reconstruir su condición de identidad  y les guía en cuanto a las posibilidades de los siguientes pasos a seguir. Una mano amiga que otorga la protección básica sin distinción alguna por raza, lengua, religión, origen ni estatus migratorio, como lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad.
Ecuador, como tantos otros países tiene las intenciones de dar la protección que otorgue lo necesario  a los venezolanos que quieran residir o los que están en tránsito pero a pesar de la buena voluntad que puedan tener los gobernantes esta es una tarea bastante difícil. No solo la falta de dinero es a lo que se enfrentan sino a la falta de oportunidades básicas pues cada país cuenta con leyes específicas de migración que no son bien comunicadas y casi nadie conoce.  Manos con sabor a Venezuela ha logrado que espontáneamente los medios y el mundo pongan los ojos en ellas porque un tema que parecía sencillo y provisional  se ha agravado en los últimos años a un punto casi insostenible. El Viceministro de Movilidad Humana en Ecuador ha planteado la necesidad de un diálogo con autoridades bolivarianas para trabajar en conjunto con mesas interinstitucionales que ofrezcan una solución. La migración de venezolanos buscando medios de sobrevivencia no es un tema ya político únicamente, es un tema humanitario y nada cuesta echar la mano e imitar lo que esta organización logra con disciplina y buena voluntad dando una mano, una mano con sabor, sabor a esa Venezuela que ya no está, que ha renunciado a proteger a sus ciudadanos y ha vuelto todo aquello que era cultura, vida y familia en un caos violento y cruel que cierra las esperanzas a todos, pero sobre todo a los niños que recorren distancias absurdas buscando respuestas y consuelos que su país ya no va a darles.
Niños que pierden su año escolar dentro y fuera de Venezuela, niños que recorren con sus padres o tutores distancias aterradoras por las noches frías y días soleados, niños con hambre, con sed. Que esos niños tengan la seguridad de ser recibidos por Manos con sabor a Venezuela es lo que personalmente más me conmovió y por lo que quise que muchos conocieran este caso que se repite en muchos países.
Yo y miles agradecen a estas mujeres valientes el dar un tipo de hogar aunque sea momentáneo a aquellos que lo han perdido todo y tienen la fortuna de encontrarse con ellas en una parte de su trayecto buscando una vida, un aliento, un sentido que su país no les da.
Muchas gracias.



Comentarios

Entradas populares de este blog

El Armario

Tacones Cercanos. Matrimonios del mismo sexo.

Yo perreo sola