Un hospital de 20 millones de votos
Este Octubre de 2017 a los ciudadanos se les exige ir
a votar para salvar a Venezuela. Varios
bandos de identidad ya desconocida y de ideología abstracta van dando por todos
los medios y a través de todos los lenguajes la orden de votar. Pretenden con
sumo descaro que los ciudadanos puedan salvar algo más que a sí mismos. Quizás algunos no lo saben pero toda Venezuela
tiene más de quince años expuesta a una enfermedad degenerativa con síntomas
aterradores, las semanas transcurren entre fiestas colosales de esperanza y
velorios infinitos. El duelo no alcanza para pagar todos los errores,
omisiones, los silencios y las cuantiosas deudas de voluntad que se han dejado tiradas
e insensatas en la energía que se ha manifestado
en las calles. A veces se ha dejado de
mirar a los muertos. Venezuela está enferma.
El país parece tener una especie de techo planeado donde
los enfermos permanecen en una camilla inestable, a veces cargada por
enfermeros rabiosos y asustados en una sala de emergencia que no para de
llenarse de accidentes mortales, de pasos en falso, de suicidios inconclusos.
Muchos otros viven, sin exagerar, en camillas repletas de sangre, sin saber muy
bien en qué órgano les pegaron el balazo que los tiene en esa sala esperando
que algo pase, que algún médico se apiade y robe algún jarabe que disminuya o
quite el dolor. Algo que se les inyecte y de repente olviden y ya no les duela
nada, ni una carie, ni un simple calambre pues no hay anestesia ni potasio en
cápsulas en la farmacia. El cansancio es
hastío.
Los venezolanos han colaborado en gran medida sin
saberlo con las cifras de la Organización Mundial de la Salud que afirma que
para estos últimos años más de 350 millones de personas viven en depresión, un
mal que sin duda se vuelve un problema de salud pública y cuando es silencioso
y nadie quiere verlo se vuelve una tragedia incurable.
Venezuela, lo repetimos siempre, es un país aún rico
en reservas petroleras y en un pasado no muy lejano producía la mayor parte de
los componentes que cualquier enfermedad necesitaba para ser sanada. Hace 17
años Hugo Chávez hizo un esfuerzo real por producir fármacos a menor costo y
algunas empresas internacionales entraron a colaborar con el producto nacional pero
los precios del petróleo se vinieron abajo y la falta de divisas, como en todas
las áreas de la economía, impidieron
importar materias primas necesarias para que las fábricas estatales pudieran
continuar con el suministro de medicinas a las instituciones públicas, y las
farmacéuticas extranjeras dejaron de sostener los acuerdos por las deudas no
subsanadas. Alrededor del 85 por ciento de los medicamentos psiquiátricos que
se necesitan en Venezuela no se consiguen o están descontinuados y debido a las
sanciones arbitrarias del gobierno no hay manera de enviarlas desde ninguna
parte del mundo.
Ilustración: María Ghersi |
¿Usted imagina cuánto se pierde en bolívares
diariamente gracias a la gran depresión que padecen la mayoría de los
venezolanos? ¿Alguno de nosotros entiende lo que implica para un sistema de
salud pública que quizás una de la pastillas que se necesita para algún
tratamiento psiquiátrico fue robada en algún almacén que administra la Guardia
Nacional Bolivariana? ¿Será que tal vez fue robada por los que comercian con
los pocos productos que ingresan por la frontera? ¿Quién consume fármacos sin autorización
médica? ¿Quién no cuenta con ellos y quién los acapara?
La Organización Mundial de la Salud también afirma que
el 72% de los pacientes
en el mundo diagnosticados y en tratamiento no siguen adecuadamente las
indicaciones de su médico. Suponiendo que pudieran
tratarse los venezolanos no están diagnosticados. ¿Cuántos pueden pagar psiquiatría?
¿Acaso el Seguro Social alcanza para salvarles la vida de adentro? ¿Alguien midió
los niveles químicos que sobran o que faltan en ese venezolano que trabaja más
de 16 horas y no le alcanza para alimentar a sus hijos? ¿Alguien tiene tiempo
de enterarse de estos detalles mientras espera un milagro en la sala de
emergencias de este hospital tan grande? ¿Da chance de ponerse a investigar si
hay antecedentes familiares que detonen este gran cansancio que sienten? ¿No
serán antecedentes netamente políticos?
¿Se sabe qué consume el cerebro cuando solo hay un canal
informativo y es el del Estado? ¿Acaso un enfermo distingue el bien del mal mientras
hay una voz que le repite en la pantalla lo traicionero, lo inútil y degenerado
que ha sido con la historia de Venezuela? ¿Acaso se escuchan voces alternas? Hay
voces fantasmales que están diciendo que ni 40 años trabajando día y noche les
darán tranquilidad algún día.
¿Sabemos hasta qué punto el entusiasmo y la emoción domina el
voto? No lo sabemos, pero la Revolución
Bolivariana lleva años esculcando dentro y sabe por experiencia de otros que
siempre estarás a punto de construir una balsa en tu mente con restos de plástico
para huir de Venezuela, o que diseñarás un plan estratégico para ir mandando a
tus hijos a cualquier país donde no te pidan el carnet de la Patria, que sueñas
con campos abiertos y que corres para calmar la sed con agua de tu propio río.
También saben que no todos podrán realizar lo que imaginan porque están presos
en su casa, en su calle, respirando la más violenta de las enfermedades que es esa
que te mata lentamente, que sabe cómo darte cáncer e ir fracturando tus
defensas y cómo poder matar tus sueños.
Al mismo tiempo, en este gran hospital, la oposición, una de
las medicinas en las que todavía se cree, ese órgano aliado en el que se confía
con ceguera absoluta, te dopa, te ayuda, te exige, prende, apaga, te da, te
quita, maestra vida, te pone, te saca, te habla, enmudece, critica y exige de
nuevo, y te colma de serotonina, si señor, de cantos, de calle, de lucha, de
incansable testimonio, de brutal algarabía, llena el sabor de tu gente, se hace
agua la boca un día y se te llena de señales confusas al otro. Se siguen
teniendo esperanzas.
Hay dos voces hablándote día y noche del mismo tema. Hay dos bandas
en tu cabeza corriendo por la carrera de la libertad. Sueñas con dormir
tranquilo, luchas por conciliar el sueño, mañana amanecerá y no veremos. Se
escucha un disparo, revisas si ya llegaron tus hijos. Mañana este sistema volverá
a empezar “y así y todo” quieren que vayas conscientemente a votar. VOTO
CONSCIENTE le llaman. Cuántos años llevas padeciendo la inconsciencia e
inconsistencia de esas voces?
Son héroes porque van en octubre a estampar el voto, mis
respetos a esos médicos sin pacientes y a esos pacientes sin alivio ni
medicinas.
Comentarios
Publicar un comentario