Piedro Navaja.

He dejado caer mi quijada al suelo. Corrijo, empujé de mala gana mi quijada al suelo para provocarme un dolor punzante en la ranura que no se me hace en la barbilla. Es lo único que  quedaba liso y llano en mi cuerpo. Así la bauticé, con un golpe de esos que hacen ruido en la cabeza. No puedo creer que se me pregunte sobre esto. Mi corazón se acelera rabioso, solitario,  doy patadas de ahogado en un diálogo que no debí iniciar jamás.

Al cuestionar las razones del por qué ir a marchar el día 6 de Abril de 2011 en la Ciudad de México empujé la quijada.

Las razones?, muchos conocemos los argumentos que se convierten en consecuencias en estas historias removidas por el subsuelo de la autoestima y  la humillación.  A alguien se le ocurrió titular esta marcha con un “estamos hasta la madre”, otros gritaron consignas antes durante y después de ella. Se escucharon voces amargas, cansadas, perdidas, dolidas, contradictorias, formuladas desde el adentro, desde el centro y quienes callaban pronunciaban desde fuera con su rostro. En ese lenguaje que se puede leer de muchas maneras todas  esas voces se colaban acertadas. Si, acertadas. Salen del alma, así como se supone un cuerpo muerto se queda sin ella porque “el alma” decide ir a pasear por el camino de la luz.  Un despojo, un "desdoble" se hace efecto cuando los signos vitales dejan de moverse en el corazón de un pueblo.

"Estamos hasta la madre” es una pequeña frase que para el mexicano significa mucho, aunque se use para implicar muchos escenarios.  Esta vez, acertadamente ese “estamos hasta la madre” estaba dirigido al Gobierno y por qué no, quizás a muchos actores de la vida nacional.  Esta frase aplastando la soberanía de un pueblo crea el efecto perfecto en fechas en que los asesinos siguen caminando con el “diente de oro” postrado en la ironía de un pasaporte a la libertad, cuando emana de su boca esa luz que da sepelio a un ser humano. Esa frase es en buena medida un escándalo convertido en canción.  Marchemos y el diente de oro vuelve a brillar? Puede ser, pero ese no es el centro del mapa de la guerra que más que una consecuencia parece ser una causa que corta en pedazos la mirada de todos los mexicanos.

Lo curioso, es que “hasta la madre” es un sentir muy agudo que desemboca en un río turbio que extrañamente no ha convertido  las piedras en armas porque si no esa justicia que reclamamos la tomarían aquellos que ya no les tiembla la mano  para apuntar esas piedras,  que en el aire se convertirían  en las mismas balas que el Gobierno decidió disparar.

Con este paisaje en la mirada, es justo saber que articular una marcha en pocos días no es tarea fácil, embalsamar los muertos no es tarea fácil, contar cabezas como si fueran canicas tampoco, pero girar en el dolor como un trompo, con cada una de las particulares señas que cada ciudadano lleva en el alma se convierte en  emergencia para salir a las calles,  quizás ausentes como sus muertos, quizás vivos, porque es que el giro de ese trompo se ha cansado de enrollar la cuerda. A veces no se explica el ciudadano cómo es que no se han enrollado esa cuerda en el cuello quienes saben que el trompo va a dejar de girar ya.

Mi encabronada molestia así como redunda se pregunta cómo es que han cuestionado mis pasos. Por qué me preguntan? cuando los que sabemos de venganzas jamás apostamos a las cartas que Felipe  tuvo a mal “echar” en una mesa manchada de negligencias que con una guerra era peor curar. Yo ciudadana debo argumentarle a mis pies razones?, yo madre debo imaginar un arma cobarde apuntando la espalda de mi hijo? Yo mujer debo argumentar mi desesperación? mi lenguaje? Yo hombre, debo ser prudente?  Yo? Participar? Sí, porque quiero, no debo.  Tenemos un "Presidente" a quien  no le ha temblado la voz para exigir mis deberes, pero calla todo lo que el país le ha preguntado a su silla?

Estoy encabronada porque el tiempo en el que se me cuestiona qué pienso/hacer/decir/plantear acerca de los criminales no es mi deber y los minutos de ese pacto que yo no firmé han muerto en el velorio de un hijo, de un nieto, de un hermano a razón de un silencio asesino que yo no pedí.

Los criminales están en el silencio de esa indiferencia que Felipe nos ha regalado, están en la calle armando niños sin destino, están en la mirada de un joven hambriento, en la casucha que sirve de  intercambio comercial entre la droga, la crueldad del poder y unas armas, los criminales están volando los cielos rosa mexicano en un atardecer cada vez menos lejano, están confundiendo unos y otros las estrategias del vecino, están separando la fuerza de la razón por el precio del poder. 

Yo no se distinguir entre un criminal y otro.



Me preguntan?
Yo venía del trabajo.
Lo miré, se acercaba.
Yo que pensaba ¡hoy no es mi día, estoy salada!.
Estoy muerta? 
Quién me mató ?.
El diente de oro vuelve a brillar?.  


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