"Dones Honores"

A los 16 años empecé a trabajar en el Museo de Ciencia y tecnología de la Ciudad de Mérida en Venezuela. Meses antes había recorrido todo el centro de mi ciudad buscando trabajo en Heladerías o Restaurantes, estaba de moda ser guerrera y eso daba una imagen “chick” ante mis objetivos adolescentes,  pero no hubo manera de hacer que mi madre diera las cartas de permiso para una menor de edad. Hija qué te falta? Cómo una niña tan estudiosa va a ir a parar a un restaurante de borrachos empedernidos? Tenía razón, yo lo que quería era estar en el Centro haciéndome la independiente, cansada y agobiada estudiante de Humanidades a los ojos de mis iguales.
El Museo fue un proyecto tan enorme para una ciudad tan pequeña que parecía un pedazo de Disney plantado en la zona Norte de la ciudad.  En ese trabajo atendíamos niños y los guiábamos por las distintas exposiciones muy bien armadas, bien pensadas para hacerles un recorrido  completo en todas las áreas de ciencias naturales y tecnología hasta llegar a una gran laguna que tenía dentro un robot en forma de Tiranosaurio Rex que levantaba su cuello y asustaba a los niños. Debíamos exponer conceptos de  Robótica y explicar los mecanismos hidráulicos que lograban el movimiento  de estos animales.  En ese trabajo duré mucho tiempo, dedicando cada sábado y domingo a un lugar que yo pensaba sería la cuna de mis hallazgos audiovisuales porque unas de las secciones se dedicaba al estudio de la imagen y el sonido. Esto lo llegué a pensar con extremo profesionalismo.  En eso estaba cuando mis jefes me ofrecieron trabajar en una dependencia Universitaria de la Facultad de Ciencias que se dedicaba a la Investigación. FUNDACITE, era un paraíso situado en mitad de dos montañas en forma  de edificio moderno que le daba a cualquiera las garantías de lograr grandes aprendizajes. Entre semana cuando no tenía clases, hacía  de asistente como investigadora, mi trabajo consistía en ir hasta la  Hechicera, tomar dos buses, plantarme un una computadora  y buscar informes sobre lo que se estaba investigando en el mundo. Para esas fechas ya estaba cansada de uniformarme de científica falsa y renuncié al Museo dejando una carta muy extensa con mis razones y dejando en manos de la directiva un plan de medios para que agilizaran las ventas y las visitas en fechas vacacionales. Como es debido en la historia de mis “Dones Honores”, no me pagaron ni el proyecto ni la  liquidación y me quedaron a deber tres meses. En el otro trabajo por supuesto la historia fue igual, me pagaban cada tres meses, pero ya terminaba yo mi primera carrera en Publicidad y Mercadeo y no me urgía más que el título para irme corriendo a Caracas a ganar unos bolívares con la honra de mi trabajo. Me creía yo una profesional de pies a cabeza, tanto así que cambié mi estilo hippie irredento por trajes clásicos y tacones negros que después de 15 años no puedo ver en pintura posados en mis pies. Me marché a la Capital a desempeñar el cargo de pasante en una Agencia de Publicidad y como mi estilo no se concreta con mi forma de ser otra vez padecí el desengaño, me metieron en el área de medios, nada más aburrido y teórico que buscar en los periódicos publicidad, archivarla, hacer informes, sacar estadísticas, manejar programas obsoletos y trabajar en documentos extensos para que el cliente nunca los lea. En esa ocasión percibía yo una estúpida cantidad que no recuerdo como concepto de “ayuda de transporte”. Después de seis meses metida en esas cuatro paredes mediáticas a los 19 años de edad tomé la decisión de volver a mi ciudad.
Llegué con la   esperanza de presentar un examen muy famoso para poder entrar en la Escuela Nacional de Medios Audiovisuales y ganarle la partida a mi corta edad. Me dediqué en cuerpo y alma a repasar de nuevo escritores, directores, películas, esculcar datos de exámenes de lógica que yo la tengo perdida desde el día que vine al mundo. Me enfermé de estudio porque había que competir 15 cupos entre un Universo de 600 postulantes. Quedé en segundo lugar, el resultado esperado, sobresaliente, menos en la parte  de pensamiento lógico matemático donde te ponen recuadros y líneas y tu las tienes que encausar en una cuenta que yo no podía adivinar ni con lupa. En esta celebración, pronta a llegar a la casa máxima de Estudios,  un amigo de la familia que era Diputado me pidió un estudio de medios que realzara su imagen en la Asamblea Legislativa del Estado Mérida. Con mucho gusto me extendí en la investigación  y quedó tan sorprendido que me contrató para llevar sus asuntos en los medios. Por supuesto aquel documento magnífico se perdió entre el destino y los sueldos millonarios que yo obtenía por hacer nada y mi conciencia me impidió seguir trabajando para un legislador adorado que  pertenecía al nuevo gobierno del comandante Chávez y mi conciencia rondaba varios puntos importantes. Voy a seguir trabajando "sin trabajar" en estas locaciones  espantosas donde lo que hago es recibir gente necesitada y ser la voz cantante de mi diputado? No podía yo continuar viendo aquel “desnalgue”, horrorizada en todos los sentidos, sintiéndome la persona más corrupta del mundo, sin rendir cuentas ni justificar mi cheque mensual. Aguanté seis meses, por la confianza, el cariño y la amistad que me habían dado como a una hija. . Renuncié a una cantidad de dinero considerable que me había permitido colaborar en mi hogar y ahorrar algo para algún viaje futuro.
No sé si antes o después de esto me fui a trabajar en un canal de Televisión que apenas nacía, que se llamaba OMC televisión y allí me encargué del Programa Control, un programa de variedades con destellos de documental y música rock o alternativa al mismo tiempo. No recuerdo el estilo porque era una ensalada de frutas locas que yo fui ordenando con los días y los meses sin cobrar en los que para qué negarlo aprendí un caudal de las emergencias y astucias que hay que tener en televisión. Tenía a mi cargo a un locutor, editor, camarógrafo y en mi Chevette Srl, un carro sincrónico muy anacrónico, recorríamos la ciudad en busca de noticias o de historias. La forma más segura de llegar a un tema era visitando artesanos, artistas, locos de plaza, borrachines, antros, bares y etc. Así empecé a vender publicidad y mi vida se paseaba entre escribir los guiones, entrenar a los animadores y dirigir un programa divertido y loco al que recuerdo con un cariño incomparable. Tampoco me pagaban y tuve que renunciar porque las exigencias de la Universidad me quitaban el tiempo que un programa semanal en horario estelar requerían. Algo me pagaron pero cada 3 meses, dos, no recuerdo.
Ya en la Universidad, aposentada en una vida nueva, rica y dichosa, una profesora me pidió mis notas y mis créditos y me ayudo a concursar para ser asistente de investigación, en el área de semiótica. Nada más feliz que volver a ganar un cargo que para los entendidos te da una razón de ser superior cuando vienes de estudios de publicidad a Nivel técnico que sirven para absolutamente nada. Me sentía la más completa y ese era un trabajo que exigía estar a las órdenes  del profesor en turno, con pagos retrasados pero seguros que fui guardando para gastar en buen momento para ese viaje quien sabe a dónde. Esto se recontrataba por semestres y para despedirme del cargo termine haciendo una biblioteca para los estudiantes de maestría de Literatura. Mi madre me ayudó y yo estaba teniendo una vida que no podré olvidar jamás, porque me introducía en el mundo de las artes, del cine, de las letras con una velocidad que mi cerebro agradecía placenteramente. Muy ingenua y muy poco informada, empecé a formarme y fue ese el momento más productivo de mi vida.  A la par escribía un 100% más de lo que escribo ahora a mis 32 años y aquellos relatos, guiones o notas de estudio florecían en contenido.
En este período, para variar,  empecé a trabajar con un locutor de Radio que me pedía toda la información de su programa de Variedad, me divertía horrores con estas prácticas descoordinadas en donde hacíamos comentarios tontos de todo un poco haciendo relevante el final del programa   con referencias puntuales al mundo del arte. En esta ocasión y como era costumbre mi querido amigo locutor tampoco me pagaba alegando crisis en el país y poca publicidad en el programa. Lo seguí haciendo porque salía de clases al estudio y me plantaba a conversar con todos en radio y me quedaba para la grabación y pasaba momentos extraordinarios. 
En vista de que mis ahorros crecían con lo de la asistencia de investigación y por culpa del nuevo Gobierno que retiró varias veces el presupuesto a las escuelas nuevas de cine y las artes , decidí irme a Londres a estudiar inglés y continuar con los estudios en ese país. Saqué mal las cuentas porque el Presidente Chávez implementó  el “control de cambio” y todas aquellas promesas económicas que mi madre y mi hermano me habían planteado se hicieron nulas con esta nueva disposición de gobierno y en vez de estudiar como debía empecé a buscar trabajos muy menores en Londres, que al menos me dieran tiempo de cursos especializados y cursos de inglés. Mis ahorros de años murieron con el pasaje y los primeros tres meses de vida en el viejo continente.  Conseguí ser nana de Sam, un bello niño árabe que  su mamá dejaba a mi cargo  9 horas diarias, eso mal manejaba con cuidar a otro bello niño de madre Venezolana que se apiadaba de mi situación. También me consiguieron un trabajo repartiendo periódicos  en las estaciones de metro y cuando algo fallaba yo buscaba otras opciones, y así fue como terminé rebanando tocino en un café de mala muerte que brindaba desayunos a los camioneros y técnicos de una de las filiales de la BBC de Londres. Grasientos platos recuerdo dibujando mi cara de cansancio y mis ojeras que se descorrían para anunciarme que todo aquello era un despropósito descomunal en mi vida antes llena de sueños atolondrados y rápidos.
Aquí se detiene el destino juvenil y loco para dar paso a otro momento. Me vengo a vivir a México y  por medio de alguna conocida encuentro un trabajo  bastante particular en la "productora" de un Ex Director famoso de cine que hacía videos promociónales para varias ciudades. El me contrata informalmente para que asista la edición y organice plano por plano para ser musicalizados. Pasaba horas enteras  editando pequeñas cortinas de imágenes de barcos y delfines que no olvidaré jamás. Misma historia, pagarme a mi parece ser una tarea titánica porque jamás cumplió con los pagos. A través de él y las visitas ligadas al medio, conocí al dueño “fresa” e ingenuo que acababa de poner una productora, que destinaba sus esfuerzos a proyectos con embajadas. Como no podía quedarme tranquila, me hicieron una entrevista y me contratan. Me encargué de toda la producción, guión, ensayo con actores, filmación y edición de una serie que enseñaba a jóvenes japoneses el español (algo realmente de risa tomando en cuenta mis ansiedades artísticas), este proyecto lo pagaba la embajada de Uruguay y como siempre, el pago llegaba con lamentos y presiones.  Hasta que terminé trabajando 3 meses sin cobrar por amor a un arte que lejos de ser colorido tiene que ver, estoy convencida, con el miedo a no tener actividad las 18 horas del día.
Un espacio para cantar me devolvió un poco de vida y entre bares y risas locas hice de cantante en varias ocasiones. Obvio regalaba mis 100 pesos de cada  “toque” para que mis amigos llenaran su tanque de gasolina.
En este punto todo se para con los nacimientos hermosos de mis hijos y las muertes fatales de mi madre y mi suegra y se resumen a 3 años de desempleo mental y laboral. 
Al pasar esta etapa empecé a sentirme fuera de todo movimiento humano que existiera dentro de la tierra, parada en un subsuelo permanente y tuve la grandiosa y equivocada idea de trabajar en una compañía argentina que vendía  cursos de coaching personal a empresas y me la creí, tanto  que mis ganancias en 7 meses fueron 3.700 pesos y las perdidas incontables. Era lo menos oportuno pero lo más inmediato que podía optar en ese momento mental que vivía creyéndome muy débil para continuar en mis artes, las que fueran.  Saliendo de ahí no sé como llegó a mis manos un proyecto de Consultoría política, ¡hágame Usted el Favor!, y trabajé en la investigación y redacción de información acerca del gasto desmedido de agua en Ciudad de México  y los problemas futuros de escasez de agua, aquí traté de ser más consistente con mis cobros pero a la fecha me deben una gran cantidad de dinero que el silencio prefirió comprar por prudencia. En este trabajo conocí de diplomacia extrema, de evasión y de “mexicanidad” si ese término existe.
En el devaneo y la autotortura, hace un año indagué y me atreví a volver a los sets de filmación y me dediqué a ayudar a una directora de arte que hace comerciales de televisión.  Jornadas absurdas y un trabajo de secretaría en producción deambulando por las calles del Distrito federal a bordo de un camión que recolectaba mis sugerencias artísticas para decorar sets. Hoy después de 8 meses logré cobrar el desgaste moral que impedía a mis astros ser una mujer que no trabaje a los Dones de Los Honores. Amén. 

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